miércoles, 16 de marzo de 2016

El Cuento de la Princesa Kaguya

Con notable retraso respecto a su fecha de estreno (2013), pero bajo la óptica de que "nunca es tarde si la dicha es buena", Vértigo Films nos regala por fin el estreno en cines de "El Cuento de la Princesa Kaguya" (Kaguya-Hime no Monogatari), la última película dirigida por Isao Takahata en Studio Ghibli - del que fue cofundador -, tras ocho años de planificación y producción, pero cuyo proyecto ya había surgido hace 55 años en la cabeza del director Tomu Uchida cuando Isao Takahata se encontraba en Toei Animation.


Basada en "El Cuento del Cortador de Bambú", una narración del siglo X considerada como el primer documento que se conserva de texto en prosa en japonés, "El Cuento de la Princesa Kaguya" narra la historia de una pequeña niña que, hallada dentro de un brillante tallo de bambú, es adoptada por un campesino y su esposa y se convierte rápidamente en una joven y hermosa dama que, desde el campo a la gran ciudad, cautivará a todos los que la conocen, entre ellos cinco nobles pretendientes y el emperador de Japón, pero cuyo destino está mucho más lejos de ser una princesa.
Combinando elementos trágicos y cómicos, la historia nos muestra a una niña que crece - algo más rápido de lo normal - en un entorno natural bellísimo y acompañada de los amigos que conviven con ella en el campo, ajena a su destino, hasta que su padre adoptivo decide que tiene el deber de convertirla en princesa y se la lleva a la capital, donde será educada como una noble para casarla con algún personaje de alta cuna; poco dispuesta a someterse al nuevo estilo de vida que se le propone, Kaguya nos recuerda en cierto modo a la Penélope de "La Odisea" cuando promete casarse sólo con aquél que consiga traerle una prueba de amor verdadero, lo que lleva a algunas de las secuencias más divertidas del largometraje. En ese tiempo, sin embargo, la princesa se verá confrontada a menudo a la cuestión de su identidad, o de quién quiere ser, en los tramos más emotivos y trágicos de la película. "El Cuento de la Princesa Kaguya" se convierte así en una reflexión sobre la temporalidad y la importancia de disfrutar del mundo en el que vivimos mientras decidimos quién queremos ser y qué queremos para los demás: no es una cuestión fácil, pues a menudo son otros los que quieren decirle uno quién debe ser, sean sus padres - que movidos por su amor quieren lo mejor, aunque a veces ello les impida ver lo que realmente desea el corazón de su hijo o hija -, o nuestros tutores - como la obstinada lady Sagami de la película, e incluso puede ser que si no nos damos cuenta a tiempo, sea el destino quien decida.
Visualmente la película de Takahata es una maravilla: los momentos más bellos de la animación son aquellos en que el arte se rinde al movimiento y da la impresión de verse obligado a seguirlo casi sin poder alcanzarlo, en preciosos planos donde la animación se muestra en bruto (como la escapada de la fiesta del nombre, o la danza bajo el cerezo en flor...); son estas secuencias momentos en los que uno puede paladear una sublimación de la verdadera magia de la animación.



Y en los momentos más calmados nos golpea la belleza de las acuarelas de los fondos, donde poesía y detalle se muestran a veces incluso de forma estática, como en las preciosas láminas en tinta y acuarela de la tradición pictórica japonesa. Por cierto, para "El Cuento de la Princesa Kaguya" Isao Takahata quería probar algo diferente, y en lugar de animar los personajes separadamente de los fondos como se suele hacer en la animación tradicional, sobre todo para cine, quiso que se animara con fondos y personajes unidos para producir la impresión de una imagen completa en movimiento. El resultado es simplemente magistral.



El estilo del diseño se aleja del de las primeras películas de Isao Takahata en Studio Ghibli y es más próximo al de "Mis Vecinos los Yamada" (1999) sin llegar a estar tan caricaturizado: el dibujo y los personajes tienen un diseño sencillo, a veces sin rostro, puesto al servicio de la historia y de la viveza de la animación y mostrando en todo momento el pálpito vivo del trazo.
No os la perdáis en cines, porque lamentablemente estas películas no suelen durar mucho en la gran pantalla, a pesar de su sobresaliente calidad.

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