jueves, 30 de marzo de 2017

De moscas y de otros cortos de Ferenc Rofusz

Mecal, el Festival Internacional de Cortometrajes y Animación de Barcelona, ha tenido como país invitado a Hungría, e inauguró su semana dedicada a la animación con una sesión dedicada al animador húngaro Ferenc Rofusz, un realizador que revolucionó el panorama de la animación introduciendo el punto de vista de la cámara subjetiva. Lo hizo por primera vez con su cortometraje "A Légy" (La Mosca, 1981), que le valieron dos premios en el Festival de Ottawa y el Oscar al Mejor Cortometraje de Animación, que no fue autorizado a recoger hasta dos meses después de la ceremonia. Y es que el realizador desarrolló su trabajo bajo el régimen comunista que regía en su país en aquel momento, que siempre estuvo receloso del posible significado oculto de sus trabajos.


Ferenc Rofusz señaló que "La Mosca" es especialmente interesante desde el punto de vista técnico: cuando hicieron esta película aún trabajaban con película de 35mm, y los dibujos se realizaron sobre papel uno a uno y después sobre celuloide para convertirlos en los fotogramas de la película.
La idea inicial surgió de escuchar el disco "Ummagumma" de los Pink Floyd, donde por primera vez se utilizaron técnicas para acompañar la música con ruidos ambientales, lo cual fue una modernidad de la época. Concretamente se inspiró en un fragmento, sin música, en el que sólo se escuchaban zumbidos; según señaló el realizador, prácticamente al mismo tiempo que estaba escuchando la música vio ante él las imágenes de la película, así que se puso inmediatamente a preparar un storyboard y una serie de imágenes a color. En aquella época tenían que presentar los proyectos ante un consejo regulador encargado de aprobar si era posible o no realizar la película desde el punto de vista de su contenido, o por vulneración de derechos, ideología, etc. Cuando se les presentó el proyecto, la primera respuesta fue negativa básicamente porque Pink Floyd era propietaria de los derechos sobre la música y, dado que hubieran tenido que pagar por ellos 2 ó 3 mil dólares, de los que no disponían, fueron invitados a producir ellos mismos los ruidos como pudieran. Por otro lado, a principios de los 80, el tema de la censura y la ideología estaba presente de forma constante, por lo que cualquier contenido podía causar sospechas; en concreto: ¿a quién podría referirse la figura de la mosca? ¿o quién podría esconderse tras la identidad de quien persigue a la mosca? En todo caso finalmente se superó el primer bache de la aprobación del consejo y obtuvieron una subvención para realizar la película en seis meses. El problema fue que ese plazo se quedó extremadamente corto: según Ferenc Rofusz "Quisimos en todo momento transmitir la imagen subjetiva que la mosca vería desde su posición, simulando cual sería su movimiento. Para conseguir ese efecto no sabíamos cuántos dibujos deberíamos producir, puesto que tan sólo teníamos un plazo de seis meses otorgado por el Consejo; pero tuvimos que invertir dos años. Se trataba de un proyecto innovador que nadie había realizado hasta el momento. Y no nos dimos cuenta hasta al cabo de tres meses de la magnitud de trabajo que supondría: había que reproducir dibujo por dibujo los movimientos de cámara y todo el ambiente que se reproduce en el corto, sin referencias de vídeo, sino directamente".
Dibujaron un total de 4000 imágenes de fondo. Los dibujos originales eran en blanco y negro sobre papel y se tranferían al celuloide con lápices grasos que se adherían mucho mejor y conferían el estilo que querían darle a la película. Sin embargo, en blanco y negro la imagen hubiera sido muy agresiva y triste, y por ello decidieron darle a cada una de las imágenes un color sepia, amarronado, anticuado, que era muy difícil de conseguir porque en aquella época no disponían de las tintas adecuadas para conseguirlo, por lo que obtuvieron el tono utilizando tintes naturales, obtenidos de la extracción del nogal.
Una vez se terminaron las animaciones, el sonido también supuso un reto porque en aquel momento no disponían de las facilidades que hoy ofrece Google, y debieron producir los ruidos ellos mismos. El mismo Ferenc Rofusz o su equipo corrían y bajaban escaleras por la casa para producir los sonidos que se oirían en las escenas correspondientes, registrándolos con un equipo de grabación sujeto al cinturón. Y en el caso de la mosca, en un principio probaron con moscas reales atrapadas en botes, pero nunca hacían el ruido que necesitaban ni durante el tiempo en que lo necesitaban, así que sorprendentemente la solución fue que una persona reprodujera con los labios y la boca el ruido de la mosca.
Finalmente, con una cámara fija encima de la mesa realizaban exposiciones de los dibujos. Uno de los detalles del corto es un destello desde una ventana que refleja la luz. Para ello el realizador afirma haberse pasado una semana entera en un proceso que consistió en perforar un poco un cartón para dejar pasar la luz e iluminarlo desde abajo para que un compañero hiciera la exposición fotográfica desde arriba.

Tras el éxito de "La Mosca" Ferenc Rofusz aplicó la misma técnica a su tercer corto, "Deadlock" (1985), cuya idea sería justamente la inversa de "La Mosca": mientras en ella quien no puede escapar a la muerte es la mosca, en esta ocasión sería el ser humano. Como en otros casos, el corto fue fuertemente supervisado por el aparato comunista: las voces originales de los soldados estaban en ruso no en húngaro, pero para superar la censura fueron cambiadas por la versión del soldado desconocido de The Doors.


Para el anterior corto, Gravitáció (1984), donde una joven manzana lucha por dejar el manzano del que se encuentra colgando junto a otras manzanas más ajadas y estropeadas, el aparato comunista llegó incluso a determinar cuál podía ser el color de la manzana, que de ningún modo podría ser de color rojo.


En 1988 Ferenc Rofusz fue invitado a integrarse en Nelvana Studio en Toronto (Canadá), donde estuvo trabajando trece años, y de vuelta a Hungría montó un pequeño estudio donde realizó un último corto con cámara subjetiva a instancias de su hijo mayor: "Ticket" (2011). En cualquier caso se realizó con técnicas más modernas. En "Ticket" la cámara surge del vientre de la madre, es la visión de la criatura que nace del vientre de su madre, y recorre la vida del nacido desde ese instante hasta su muerte ya de mayor, representando de forma sintética la vida de una persona. Se llama "Ticket" porque todos cuando nacemos recibimos una especie de tiquet o número que nos identifica y nos acompaña, hasta que el viaje se extingue con nuestra muerte. No sabemos cuántas paradas tendrá, ni cuánto nos durará, ni si viajaremos en primera o en segunda clase, pero nos identifica porque viajamos con él. Según Rofusz, no es una película cómica, pero resume la vida misma.


Actualmente Ferenc Rofusz se encuentra trabajando sobre una nueva idea en torno a la Última Cena, que presentaría en un corto de una duración de diez minutos los momentos de aquella escena transcurriendo sobre un fresco que finalmente desaparecería de la pared, como extinción de la obra de arte. Llevan trabajando en él hace un año, y se prevé que hacia final de año esté finalizado.

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