jueves, 16 de noviembre de 2017

La Isla de los Monstruos

Ánima Estudios, una de las compañías de animación más grandes de Latinoamérica, no tiene pese a ello la experiencia que acompaña a los grandes estudios de Hollywood que proyectan su sombra desde el norte, como Pixar, Dreamworks y similares, y ni mucho menos maneja los mismos presupuestos para sus películas. Sin embargo encabeza un notable esfuerzo por crear una industria de la animación en México y, lo que es también importante, por hacer que sea exportable al resto del mundo. Nos llega de este modo su largometraje más reciente, "Isla Calaca", que aquí se estrena bajo el título "La Isla de los Monstruos": una aventura con corazón dirigida a los más jóvenes que resulta entretenida y llena de colorido, si bien adolece aún de limitaciones que es seguro que la animación mexicana irá superando, aunque hasta que llegue ese momento tendrá difícil competir con las demás ofertas que ofrece el mercado cinematográfico.


Dirigida por Leopoldo Aguilar, a partir de un guión de Billy Frolick y Alicia Núñez Puerto, la película gira en torno a  Lucas, un joven en plena adolescencia que, si no fuera suficiente con tener que aguantar el bullying en la escuela y tratar de gustar a sus compañeras, queda horrorizado cuando se transforma en un monstruo delante de los niños más populares del colegio. Cuando su sobreprotector padre le confiesa que ninguno de los dos son realmente seres humanos, Lucas huye de su casa en busca de sus verdaderas raíces la Isla de los Monstruos, donde deberá enfrentarse al malvado Norcutt y aprenderá que ser un monstruo no es tan monstruoso como parece sino que significa ser miembro de un nuevo grupo, al que puede llamar con orgullo su familia.
Retomando el argumentario de los limitados recursos con que cuenta la animación mexicana, y en particular Ánima Estudios, en relación con los grandes estudios de EE.UU., sería recomendable que las producciones del país suplieran la escasez presupuestaria del mismo modo en que trata de sobresalir la animación europea: a través de historias sólidas y bien construidas que aporten algo nuevo o mediante la originalidad y la excelencia visual, e idealmente aunando ambos factores. En el caso de "La Isla de los Monstruos" resulta atractiva la idea de partir de los complejos, inseguridades y dificultades de aceptación de uno mismo propias de la adolescencia para establecer la metáfora de la transformación en monstruo, y sin embargo ese concepto acaba derivando en una aventura tendente al simplismo, en todo caso entretenida y bienintencionada, pero falta de gracia y de buen humor y sobre todo de la originalidad que deberían distinguirla del montón o de otras propuestas similares presentadas con mayor acierto. En su afán por conseguir llegar a cuantos más mercados del mundo mejor, la película ha sido despojada de cualquier elemento que pudiera hacerla identificable con sus orígenes geográficos, a pesar de que probablemente aceptando y haciendo valer ciertos elementos de la tradición y la cultura mexicanas hubiera resultado más interesante.
Gráficamente "La Isla de los Monstruos" también expresa ciertas debilidades en cuanto a medios que se hacen manifiestas en una correcta animación afeada por una excesiva rigidez cuya máxima expresión se encuentra por ejemplo en los cabellos de los personajes, así como también en los efectos visuales e igualmente en las texturas y la iluminación de muchas de las escenas, donde el barullo de colores parece haberse definido sin una intencionalidad precisa. Sin embargo sí se aprecia el esfuerzo de trabajar una galería de personajes variada, cuyos monstruos no son los típicos que todos conocemos, y están construidos con un ánimo positivamente creativo. Finalmente, es una lástima que esa misma creatividad no haya acabado extendiéndose a las posibilidades de un mundo habitado por monstruos, que resulta intangible y apenas aparece diseñado con unos pocos detalles arquitectónicos.



Lo mejor: una película con corazón que pone en valor la idea de familia y plantea una aventura en torno a la aceptación de uno mismo donde lo importante no es la apariencia.
En contra: la falta de humor y de originalidad la convierten en una película de monstruos sin garra.

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