jueves, 15 de marzo de 2018

A Silent Voice

Proyectada por primera vez en España en la 50ª edición del Festival de Sitges, "A Silent Voice" es el tercer largometraje de la directora japonesa Naoko Yamada, que adapta el manga homónimo de Yoshitoki Ōima en una película llamada a obtener este año el eco que consiguió la espléndida "Your Name" de Makoto Shinkai. Como en aquella cinta, nos encontramos con otra historia que implica sentimientos entre un chico y una chica, pero más allá no comparte muchos otros elementos y se aleja totalmente de circunstancias mágicas, y en esta ocasión el tema central de la película trata de un modo exquisitamente sensible los problemas de las incapacidades y el acoso escolar y conduce directamente a indagar en el significado de la amistad, precipitando al espectador a una cascada de emociones que no dejará a nadie indiferente.


El protagonista de la película es Shoya Ishida, que en su etapa como estudiante de primaria era el típico ser graciosillo que pretende ganarse las risas de los demás haciéndole la vida imposible a alguien: en su caso Shoko Nishimiya, una niña sorda que cuando fue trasladada a su clase se convirtió automáticamente en objetivo de sus burlas y humillaciones a costa, claro está, de su incapacidad auditiva. Contrariado por los problemas de comunicación con la niña, el aburrido Shoya no se contenta con acosar a su compañera, sino que insta a sus amigas y amigos a que le hagan la vida imposible. Pero su acoso llega a tal punto que el resto de la clase acaba dándole la espalda. Seis años después, un arrepentido Shoya obligado a salir de la depresión busca a su antigua compañera para compensarla por su actitud del pasado, aunque sin saber exactamente qué está buscando y encontrando en el camino a verdaderos amigos.
A partir de su sensible y directo retrato de una situación de acoso escolar, Naoko Yamada logra construir un poético y profundo mensaje sobre la naturaleza de la amistad, donde Shoya aparece también como víctima de su propia incapacidad, que le llevará a encontrarse con amigos que le vuelven la espalda con tal de salvar sus cuellos y a toparse con su propia dificultad para construir relaciones verdaderamente sólidas. Curiosamente, uno llega sentir un grado de simpatía hacia este antiguo acosador dispuesto a reparar el daño que hizo, al profundizar en su ser y llegar a ver que también él tiene un problema. Mediante un excelente uso de los personajes y de las situaciones escolares y familiares que rodean a los protagonistas, la realizadora habla de varias incapacidades que afectan a los protagonistas y que son tan limitadoras como la sordera que afecta únicamente a Shoko; en efecto, la película pone en evidencia la existencia de otro tipo de sordera, o ceguera si se quiere - la falta de empatía -, que está en la raíz del problema que supone el bullying y en la imposibilidad de Shoya de construir amistades realmente auténticas. Es así que mediante un excelente recurso visual, Shoko es incapaz de ver las caras de sus amigos o de la gente en general hasta que no empatiza, y sólo cuando empieza a comprender que la amistad es empatía y ayudarse mutuamente sin esperar nada a cambio (como cuando ayuda al simpático Tomohiro Nagatsuka) es capaz de hacer cambiar las cosas.



Igualmente se pondrán de manifiesto otras incapacidades que afectan a los demás compañeros y compañeras de Shoko (los celos de Naoka Ueno, la hipocresía de Miki Kawai, la cobardía de Miyoko Sahara...) e incluso otras de la propia Shoko, como esa destructiva debilidad por sentirse culpable, que deberán superarse para entender realmente lo que significa la amistad.
Ningún personaje resulta irrelevante en la película de Naoko Yamada, en la medida en que todos ellos están construidos de manera muy sólida y conforman el marco familiar y social que facilita comprender con mayor extensión las tragedias de Shoko y de Shoya, a la par que contribuyen, juntamente con una narrativa muy bien construida en tiempos y elección de los momentos clave, a hacer creíble la transformación de aquél desde paleto acosador a un adolescente arrepentido ansioso por compensar a Shoko y abierto a hacer auténticos amigos, los cuales contribuirán también  - especialmente Tomohiro y Yuzuru Nishimiya - a añadir ciertas dosis de humor y relajación emocional en una cinta que resulta innegablemente conmovedora.


Es de destacar también la cuidada animación, realizada primordialmente en los estudios Kyoto Animation, y resuelta con una brillantez absoluta en uno o varios frentes en todas y cada una de las escenas. No es únicamente que aquélla sea rica no tan solo en el desarrollo de la acción principal sino también en la atención a la animación secundaria. Existen, además, múltiples detalles que ponen de manifiesto el mimo y la seriedad con que se han tomado las posibilidades de la animación para crear y transmitir emoción, como se refleja en las expresiones de los personajes y especialmente en el rostro de Shoko, forzado a expresar con su mirada y sus gestos, el dolor o la alegría que no puede expresar con palabras; o para desarrollar en lenguaje de signos real los diálogos de los personajes, en consonancia con el profundo respeto que se expresa por la incapacidad auditiva de Shoko; o para hacer entender simplemente mediante la animación lo que no necesita palabras o incluso para anticipar mediante situaciones genialmente puestas en escena hechos que han de ocurrir, como el destino de la abuela de la familia Nishimiya.
A la excelencia de la película contribuyen notablemente también la delicadez de los dibujos, los colores y líneas suaves y el especial tratamiento de la luz en la construcción de unos bellísimos fondos en que los personajes quedan integrados de forma natural, como si formaran parte de un todo único.


Lo mejor: la elegancia con que Naoko Yamada se aproxima al problema del bullying y desarrolla a partir del mismo una exploración de la amistad
En contra: es deseable que el marcado dramatismo de la cinta no le impida alcanzar las cotas de éxito que obtuvo "Your Name" de Makoto Shinkai.

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